Siempre me ha causado gracia que, cuando nacemos, inevitablemente nos vemos unidos a nuestra generación por una sucesión de acontecimientos que a manera de "ritos de pasaje", todos vamos compartiendo.
Es así como en mi adolescencia, por ejemplo, hubo un año en que no dejaba de asistir a fiestas de 15 años (celebración muy importante en mi país y que marca la transición en las jovencitas de niñas a "señoritas").
Luego, viene el ciclo de las graduaciones. Primero, las de bachillerato, y luego, las de la universidad.
Terminada esta fase, comienzan las bodas, y es así, como poco a poco, vamos viendo como nuestros amigos y allegados, incluso nosotros mismos, comenzamos a dar ese paso.
No muy lejos, llega el ciclo de los bautizos. Un día, nos vemos asistiendo una y otra vez a la Iglesia, y las reuninones de amigos comienzan a parecerse más bien a una fiesta infantil. Se podría decir que, actualmente, me encuentro en esta fase, por lo que no es raro que vaya preparando regalos para las "nuevas generaciones" y me vea rodeada de pañales aunque aún no tenga niños.
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